lunes, 6 de noviembre de 2017


RESEÑA DE   EN LA ORILLA,  DE RAFAEL CHIRBES

Después del silencio viene la palabra. Y eso es lo que nos trae el nuevo curso, la apasionante y estremecedora palabra de Rafael Chirbes, que con su novela En la orilla pinta un hiriente retrato de España, de la crisis económica y de la corrupción masiva que generó la especulación urbanística, como nadie lo ha hecho.

Rafael Chirbes, valenciano nacido en 1949 y fallecido en 2015, escribe esta su penúltima novela desde su casa, donde vivía solo, dueño de sus palabras y de sus silencios, como él mismo confesaba en una entrevista a propósito de su publicación. Desilusionado de la vida, no quiere dar falsas esperanzas, así que la novela es triste y agobiante.

Con un estilo realista, un lenguaje directo, y un tono obsesivo, Chirbes nos cuenta una historia carente de trama, llena de vidas fracasadas, de sueños rotos que simbolizan a toda la sociedad española en una imagen que nadie quería ver. Es una obra coral narrada en primera y tercera persona, con largos monólogos, que termina con el tópico del ubi sunt en la línea de la tradición literaria de las coplas de Jorge Manrique.

En la orilla es una novela que da testimonio de su tiempo, de nuestro tiempo, pues es tremendamente actual. Es la cruz de la moneda. La cara la había escrito unos años antes; Crematorio, galardonada con el Premio de la Crítica y llevada a la pequeña pantalla en forma de serie, hablaba de la subida; del éxito, del enriquecimiento, del pelotazo y la burbuja inmobiliaria. Ahora todo se derrumba, y se sufren las consecuencias, el fracaso.

Pero En la orilla se trata mucho más que el tema económico. Chirbes consigue indagar en la naturaleza humana y une el hundimiento físico, la vejez del protagonista, víctima y verdugo a un tiempo, la soledad y la constatación de la podredumbre moral del mundo en que vivimos, que se manifiesta en la gran metáfora del pantano abandonado, sucio y maloliente.

Carmen Truchado Pascual

 

 

 

martes, 6 de junio de 2017

RESEÑA DE INTEMPERIE


RESEÑA “INTEMPERIE” DE JESÚS CARRASCO

 
La novela Intemperie del pacense Jesús Carrasco, su primera novela publicada, se convirtió desde el momento de su publicación en 2013, antes aun, en 2012, cuando se presentó en la Feria de Frankfurt, en un éxito rotundo, en todo un fenómeno editorial. Ha recibido numerosos premios tanto en el extranjero como en España y ha sido traducida a veinte idiomas, siendo reeditada más de veinte veces. De ella se ha hecho una versión gráfica y se espera su paso a la gran pantalla.
Libro no apto para lectores impacientes, narra, a veces con poético lirismo y otras veces con  prolija precisión, con excesivo detallismo, unos hechos que transcurren en unos pocos días, con la base de un lenguaje muy trabajado, numerosas descripciones y un vocabulario lleno de términos rurales antiguos o en desuso que dificultan un tanto la lectura.
La obra nos sumerge en un mundo rural durísimo y violento, donde la sequía y la miseria son tan protagonistas como los personajes mismos; tres personajes arquetípicos: un niño, un cabrero y un alguacil situados en un espacio y tiempo indefinidos porque eso la hace más universal; como universales son la amistad, la solidaridad y la compasión, valores que consiguen imponerse a la maldad no solo en el final de la obra sino en el alma del niño.
El niño se rebela contra la injusticia de su vida y huye, pero en su huida se tiene que enfrentar al pasado que le persigue (el alguacil) y al presente que le atenaza (la miseria, la dureza del paisaje, la falta de agua, su impericia e imprevisión)  y buscar de una forma épica su propia supervivencia. Afortunadamente para él, el azar pone en su camino a un viejo cabrero que será capaz de darlo todo por salvar al chico no sólo de lo que le amenaza externamente sino de sí mismo, puesto que consigue ayudar al muchacho a decidir su destino y salir del círculo de violencia en el que había vivido y que le podría atrapar para siempre.
 
Carmen Truchado Pascual
 

 

 

 

jueves, 27 de abril de 2017

LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO


RESEÑA DE LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO DE JORGE IBARGÜENGOITIA

 
En 1983, en el trágico accidente que se produjo en la escala que hacía en Madrid el vuelo procedente de París con destino a Colombia, murió Jorge Ibargüengoitia, un escritor mexicano de renombre en su país pero que ha necesitado tres décadas para ser reconocido en España. Viajaba invitado por Gabriel García Márquez al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, que se celebraba en Bogotá. Fue uno de los 181 muertos. Con él desapareció el manuscrito de su última novela.

Aquí dejaba, además de varias obras de teatro, ensayos, cuentos y cantidad de artículos periodísticos, otras ocho novelas, la primera de las cuales fue Los Relámpagos de Agosto. Con ella había logrado el Premio Casa de las Américas en 1964. El año anterior había ganado el mismo premio por su obra de teatro El atentado.

La novela presenta las memorias de un caudillo revolucionario a principios del siglo XX: En una época en que proliferaban las autobiografías de quienes habían participado en la última fase de la revolución mejicana, cada una más pomposa y glorificadora de la propia actuación que las anteriores, Jorge Ibargüengoitia hace gala de una vena crítica y desmitificadora poniendo en cuestión  situaciones y personajes históricos. Con un gran sentido del humor, sarcástico y contundente y un lenguaje fluido y verosímil, Ibargüengoitia pone en boca del protagonista, el general Arroyo, la narración los avatares que le ocurren desde que recibe un telegrama de parte del presidente electo, antiguo compañero revolucionario, invitándole a formar parte del nuevo gabinete.

Ibargüengoitia utiliza la sátira para diseccionar con afilado bisturí sucesos significativos de la revolución.

La frontera entre ficción y realidad, por lo tanto, es difusa, pero perfectamente reconocible a través del elemento conductor: la ridiculización de cada hecho que va sucediendo.

Lo triste o lo alegre de una historia no depende de los hechos ocurridos, sino de la actitud que tenga el que los está registrando. Sin embargo a Ibargüengoitia no le gustaba que lo consideraran un simple humorista ya que se trataba de un escritor serio y riguroso, ordenado y meticuloso.

Su esposa, la pintora inglesa Joy Laville, dice de él: “No era sarcástico, pero si algo no le gustó, lo dijo, ya que era crítico y su crítica le permitía jugar con el absurdo. Él era muy directo, por eso mismo tenía reputación de tener mal humor, pero esto es una mentira, él era muy alegre. [Sin embargo], ofendió la sensibilidad de muchos con sus novelas; pese a todo, ahora está muy estimado en Guanajuato.”

¿Y cómo no recordar lo que el mismo el autor decía sobre sus escritos?:

“Los artículos que escribí son los únicos que puedo escribir; si son ingeniosos es porque tengo ingenio, si son arbitrarios es porque soy arbitrario, y si son humorísticos es porque así veo las cosas. Quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido, y quien creyó que todo fue en broma, es un imbécil.”

Lo que es cierto aunque parezca increíble es que, desgraciadamente,  más de treinta años después de su muerte, muchas de las situaciones y actitudes que describe nos parecen de total actualidad. La corrupción, las luchas por el poder.., los altos mandatarios dan una imagen que se acerca mucho a una realidad que no cambia con el paso del tiempo.

 
Carmen T.

miércoles, 15 de marzo de 2017

RESEÑA DE EL ÁRBOL DE LA CIENCIA


PÍO BAROJA: EL ÁRBOL DE LA CIENCIA   

A la mayoría de los participantes en la tertulia nos ha gustado mucho leer o releer El árbol de la ciencia del noventayochista Pío Baroja.  La apuesta por los clásicos es siempre una apuesta segura.

Y lo que hace que un libro sea un clásico es su intemporalidad, que no se consigue sin una gran calidad tanto en el plano formal como en el de las ideas que expresa.

A pesar de haber transcurrido más de cien años de la publicación del libro, se tiene  a veces la sensación de que está escrito ahora mismo, porque plantea debates y críticas de actualidad.

Baroja fue, además de un gran lector, un gran viajero, y destaca por su capacidad para describir pueblos y paisajes y sobre todo personajes, con una especie de arte de pintor magistral. Es un gran captador de ambientes, evocados sin duda de su experiencia vital. Siente predilección por reflejar el mundo de  las gentes humildes y al mismo tiempo por los tipos raros, absurdos. Es un escritor tremendamente crítico y escéptico con la sociedad, la política y las costumbres.

 Con un argumento y una caracterización del personaje semiautobiográficos, Baroja nos transmite amargura existencial, hastío, angustia, incertidumbre ante el futuro..., temas todos ellos característicos del 98.

Hombre  de gran inteligencia, indeciso respecto a su vocación, mal estudiante por culpa de su carácter y desinterés, Baroja, al igual que el protagonista de la novela, su alter ego, se doctoró en medicina y ejerció la profesión de médico. Pero ambos no tardaron en advertir que no era lo suyo, riñendo con el médico viejo, con el párroco, con el alcalde y hasta con los pacientes, abandonando el trabajo e inclinándose hacia el mundo de los libros. Autor y protagonista nunca se vieron a la altura de sí mismos.

 En esta obra, cuya  parte central es un debate filosófico desarrollado en las discusiones entre el protagonista, Andrés Hurtado, y su tío, se plantea la contraposición entre dos movimientos filosóficos. Ante el pesimismo nihilista de Schopenhauer, que está en el espíritu de Baroja y por tanto de Andrés, se pueden tomar dos caminos:

 Iturrioz, el tío, opta por el vitalismo en su vertiente nietzscheana: abolir los valores judeocristianos traerá consigo un nuevo tipo de hombre que, frente al sinsentido de la vida, no caiga en la desesperación, sino que esté inclinado a la lucha, a la acción.

 Andrés representa el positivismo, la confianza en que el progreso de la ciencia terminará resolviendo también los problemas más profundos de la vida humana. Sin embargo, educado en el materialismo médico y marcado por el criticismo kantiano, la moral cristiana y la seducción del neobudismo de Schopenhauer, Andrés Hurtado no logra corregir su desgana de hacer y de vivir. El gran problema para Andrés es la  contradicción que hay entre ciencia y vida, expresada ya en el Génesis de forma metafórica: Frente al Árbol de la Vida, el Árbol de la Ciencia, que da título a la novela.

La ciencia no servirá nunca para dar sentido a la vida del hombre.

El final trágico de la novela representa el triunfo de Schopenhauer, del veneno nihilista que marca la personalidad de Andrés y también de España, el tema de fondo en los autores de la generación del 98. Desde un punto de vista individual, Andrés Hurtado, idealista hasta la médula, ve en la muerte algo de consuelo: el mundo no continuará tras su muerte.

Carmen Truchado Pascual

lunes, 16 de enero de 2017

RESEÑA DE LA CONFESIÓN DE LA LEONA

Ponemos fin a los encuentros del 2016 con la alegría de haber disfrutado de una lectura muy especial. Al sumergirnos en la Navidad y en el cambio de año con toda su carga de tradiciones  y connotaciones religiosas, culturales y sociales, confrontamos esas costumbres con otras totalmente desconocidas para nosotros. Y eso nos proporciona un aire de frescura y renovación.

 La confesión de la leona es una novela del mozambiqueño Mia Couto, un hombre polifacético, inteligente e interesantísimo nacido a mediados del pasado siglo, que escribe en portugués y tiene una obra abundante que va desde la poesía a la novela pasando por el relato y la crónica periodística. Su nombre lleva varios años sonando para el premio Nobel. Es un hombre cuyas raíces beben del saber de la medicina, el periodismo, la biología, la política…, un hombre que sabe del mundo, de los mundos, porque en su obra pone en contacto la realidad de la sociedad occidental y la realidad profunda y plural del mundo africano, donde conviven diferentes culturas, pueblos, naciones, religiones… Y nos cuenta sus historias con una belleza plástica y unas imágenes poéticas que han supuesto una innovación estilística en lengua portuguesa, razón por la que le han  sido concedidos importantísimos premios, entre ellos el Camões de Literatura.

La novela que nos ha aportado una narración original, misteriosa y grandemente humana es La confesión de la leona. Nos cuenta la historia de una pequeña y remota aldea mozambiqueña que es asediada por un grupo de leones asesinos. Basada en hechos reales, precisamente el escritor estuvo allí acompañando a uno de los cazadores que enviaron para matar a los animales. Él debía escribir lo que viera y lo que vio fue que se le ofrecía una historia poderosa que acabó convirtiéndose en una metáfora, una fábula de cómo el mundo occidental, los tiempos modernos, van devorando el modo de vida y las tradiciones de esa aldea africana.

Haciendo gala de la pluralidad de ideas y la apertura de mente que le caracteriza, Mia Couto nos cuenta la historia desde dos puntos de vista: el cazador y una joven de la aldea cuya hermana es la última víctima de los leones. Además, los personajes secundarios: el escritor, la madre, el padre, el abuelo muerto, el político, la mujer del político, el policía, contribuyen a crear un ambiente cerrado y complejo en el que conviven muchos tiempos en uno: el presente y el pasado se funden en el pensamiento y el modo de vivir de los personajes.

En esta novela nos habla de temas como la vida y la muerte, los sueños y la naturaleza. Son sus temas. Nos da una visión muy sugestiva del realismo mágico africano o realidad mágica como él prefiere llamarla porque allí la modernidad convive con tradiciones y creencias ancestrales, como el animismo, incluso dentro de cada persona.

Mia Couto traza una especie de paralelismo entre la figura del cazador y la del escritor:

La primera literatura fue oral y quienes primero contaron sus aventuras a los demás miembros de la tribu alrededor del fuego debieron ser los cazadores. Por otra parte, el escritor es un cazador de imágenes, de palabras, con las que intenta aprehender la realidad y, sobre todo, el tiempo en sus obras. Pero lo más humano es que se sirve el autor de esta relación,  que es ambigua y osmótica, y de sus armas de gran narrador para denunciar la situación de desigualdad, de desventaja de África respecto al mundo desarrollado. 

Denuncia a través de sus novelas, y de esta en concreto, todo lo que ve de injusto a su alrededor, que es mucho: la pobreza, la miseria, la guerra, la deforestación y demás problemas medioambientales, el hambre, la desnutrición, los problemas sociales y sanitarios, la dificultad de acceso al agua potable, los abusos del poder, la violación de los derechos humanos, especialmente los de las mujeres, que son las víctimas absolutas de una sociedad patriarcal y cruel y que reciben en sus carnes las heridas y los abusos más terribles causados por todas estas lacras. Y lo hace engrandeciendo la figura femenina, dándole el protagonismo que en la realidad se le hurta.

En definitiva, denuncia lo que todo el mundo sabe pero todo el mundo calla y lo que, a fuerza de repetirse en los medios de comunicación, se desvitaliza y deja de mover las conciencias.

África es un continente olvidado, castigado y expoliado y la narración de Mia Couto es una certera acusación para que el mundo reflexione sobre estas injusticias y pueda empezar a darles solución. Sin sentimentalismos, sin tópicos, fundiendo la cultura y lengua portuguesas y las autóctonas y con un estilo poético que nos acerca por igual a lo real y a lo irreal y dota de una gran fuerza a la ficción. Y que nos pasa el testigo, la cuerda del tiempo, igual que al cazador se la pasó la confesión de la leona.

Carmen Truchado Pascual